10 Rarezas y excentricidades de personajes históricos…


Por: Juan Fernando Pachón Botero
jufepa40@hotmail.com
@JuanFernandoPa5

La historia de la humanidad, con sus cotas altas y bajas, se nos ha brindado con magnificencia y esplendor. Sin embargo, algunos de sus hijos más célebres no siempre son los paradigmas que debieran, convirtiéndose así en modelos complejos de emular. A continuación, un ligero sumario de las almas más indómitas, que con sus rarezas y excentricidades han hecho las delicias… y amarguras de múltiples generaciones.

10. Grigori Yefimovich Rasputín

Este campesino siberiano, de escasa educación, aspecto primitivo y verbo fácil, tenía un poder de convencimiento muy especial. Sedujo a toda la corte imperial rusa con su misticismo esotérico (y poderes hipnóticos, se presume). Es así como curó de hemofilia al hijo de la zarina Alejandra, ganándose su entera confianza. Se dice que a partir de este hecho Rasputín  logró ejercer el poder “tras bambalinas”, aprovechando que el zar Nicolás (el último zar del imperio ruso, de la dinastía Romanov) se encontraba ocupado atendiendo los menesteres bélicos, propios de la I guerra mundial en plena marcha. No obstante, su peculiar manera de asumir la religión es la que se roba todas las atenciones: “Les decía a sus iniciadas que mediante el sexo podrían alcanzar un estatus divino”. De esta manera cientos de incautas, en medio de maratones orgiásticas, sucumbieron bajo las sábanas del denominado “monje libertino”.

9. Friedrich Nietzsche

Este filósofo alemán fue uno de los pensadores más influyentes de la época contemporánea. Es considerado como uno de los mayores representantes del nihilismo. Su dialéctica se fundamentó en un arraigado escepticismo hacia los valores morales y de manera especial en la negación rotunda de Dios. Se puede afirmar que Nietzsche “mató a Dios”. No obstante, se dice que en su lecho de muerte invocó al altísimo en repetidas ocasiones (hecho ampliamente debatido). Aunque investigaciones al respecto señalan que, en el posible caso de haber ocurrido, no se  hubiera tratado de una auténtica conversión espiritual. Más bien, apuntan dichos estudios, pudo deberse al hundimiento mental que sufrió en la última etapa de su vida. Así pues, los laberínticos caminos de la locura posiblemente condujeron al controvertido intelectual  a un punto donde la doctrina católica ni siquiera soñó.

8. Adolf Hitler

Es inquietante pensar que una persona de índole tan oscura fuera dueño de un gusto tan sensible, como lo es el noble arte de la pintura. Incluso se dice que de chico cargó con fama de afeminado. Ya en su etapa de juventud, Hitler se presentó a la academia de bellas artes de Viena, pero dado su escaso talento fue rechazado de tajo. Lamentablemente encontró regocijo en otro tipo de desahogo menos puro, la beligerancia extrema. Y por si acaso, en sus ratos libres se dedicaba a la nigromancia (práctica de invocar a los muertos para adivinar el futuro). Además, era un obsesivo ocultista, así como también un consagrado coleccionista de tesoros históricos. Por otra parte, en su afán de darle identidad propia al tercer Reich plagió el símbolo sagrado del hinduismo, la cruz esvástica, para identificar al naciente partido Nazi. Así pues, El Dios Visnú no tiene mucho que agradecerle al dictador alemán.

7. Napoleón I Bonaparte

La típica estampa del pequeño corso (como se le conocía a Napoleón) con su mano dentro del uniforme parece ser, antes que un ademán muy particular, un síntoma inequívoco de sus dolencias crónicas de estómago. Varios historiadores creen que esta era la única forma de paliar el severo dolor que le ocasionaba una gastritis aguda que le aquejó gran parte de su vida. Incluso estudios recientes concluyen que su muerte se debió a un cáncer de estómago y no a un envenenamiento lento, idea generalizada. De otro lado, se dice que el clérigo (Vignali, quien le había practicado la extrema unción anteriormente) que dirigió la autopsia fue el mismo que alguna vez sufrió de los excesos del emperador. De tal suerte, que al observar su diminuto miembro viril, ordenó la  mutilación impulsado por una gran sed de venganza, donándolo luego a un museo. Su último dueño, John Lattimer, quien murió en 2007 en Englewood (New Jersey) pudo dar fe de su escaso tamaño. ¡Y eso que fue considerado en su época como un gran amante! ¡O si no que lo diga Josefina!

6. Ludwing Van Beethoven

Este compositor alemán tuvo una fértil producción musical. Era de aspecto rudimentario y malos modales. Muy seguramente ese carácter huraño e irreverencia sin par le privaron del éxito en vida. Se sabe que en sus largas jornadas musicales se alejaba del mundo exterior, comía encima de las partituras y realizaba sus necesidades fisiológicas en una vasenilla dispuesta junto al piano. Incluso, recibía a sus visitas con este paisaje de carácter surrealista. Como era de esperarse, el nauseabundo olor ahuyentaba rápidamente a los desprevenidos comensales. Ya en el ocaso de su existencia quedó totalmente sordo, producto de una larga y penosa enfermedad (probablemente sífilis). Sin embargo se las arreglaba para componer. Para tal fin reposaba su oído sobre el piano para dejarse guiar por la resonancia de las notas. Solo Dios sabe el sufrimiento interior que tuvo que padecer el genio al no poder deleitarse con sus propias creaciones, excelsas y sublimes sinfonías.

5. Vincent Van Gogh

Resulta irónico que este pintor holandés fuera en vida un hombre de pobreza casi franciscana y con la popularidad propia de cualquier parroquiano de a pie.  Hoy sin embargo, sus cuadros se venden por cifras escandalosas y su nombre es sinónimo de genialidad y grandeza. No obstante, su figura triste y melancólica sumada a su compleja psiquis es el motivo de nuestro análisis. Sus continuos estados depresivos lo llevaron a cometer actos traídos de los cabellos. Cierto día luego de discutir con su gran amigo (y también pintor renombrado) Gauguin, y en un arranque de locura extrema, el artista se cortó parte de la oreja, enviándosela luego a una amiga prostituta para que cuidase de ella. Años más tarde, a sus 37 arandelas, no soportó tanto dolor en el alma, y de un certero disparo en el pecho se quitó la vida. Aunque recientes investigaciones hacen sospechar que el “loco pelirrojo” no se suicidó. En este orden de ideas, el excéntrico pintor pudo haber sido víctima de una bala perdida. Sin lugar a dudas una muerte menos mítica, y en cambio más mundana. Igual, su leyenda ya está grabada en los anaqueles de la historia.

4. Charles Baudalaire

Fue uno de los poetas de mayor impacto de la notable escuela francesa. Se inmortalizó con la célebre obra “las flores del mal”. A los veinte años heredó una inmensa fortuna de su padre, pero su vida licenciosa y decadente le llevaron a dilapidarla rápidamente. Ya en la ruina, pretendía seguir llevando su acostumbrado ritmo de vida, ostentoso y bohemio. Visitaba con frecuencia bares, cantinas y burdeles, donde era asiduo protagonista de riñas y escándalos. Incluso se hizo amante de una prostituta muy singular. Era bizca y calva. También fue un consumidor voraz de opio y hachís. Acostumbraba salir a la calle con una estola de plumas. Se teñía el pelo de color azul. Era sumamente insolente y respondía con insultos a los elogios. Su ruidoso y pervertido estilo de vida le pasó factura muy pronto. A los cuarenta años ya tenía apariencia senil y ni siquiera alcanzó a llegar al medio siglo. Esta fue la caótica vida del bien llamado poeta maldito.

3. Calígula

La antigua Roma ha sido terreno fecundo para producir una gran cantidad de líderes grotescos. En este sentido, uno de los abanderados más representativos fue Calígula. Aunque sus primeros años de gobierno fueron justos y prósperos, una rara enfermedad mental le resto ecuanimidad y brillo, impulsándole a cometer todo tipo de vejámenes. Obligaba a prostituirse a sus hermanas. Incluso estaba locamente encaprichado por los favores sexuales de Drusila, su preferida. Como si lo anterior fuera poco, exigía a las cortesanas casadas a acostarse con él para luego acusarlas de adulterio. Aunque el techo de su demencia lo alcanzó cuando por “inspiración divina” nombró cónsul y sacerdote a su caballo, Incitato. Fue tal su locura que hasta le mandó a construir un pequeño palacio. Pero no todo termina aquí, se autoproclamó dios, y aquel que se atreviera siquiera a ponerlo en duda corría el riesgo de sufrir la fría y filosa espada de sus guardias.

2. Salvador Dalí

Al pintor español bien podría catalogársele como uno de los personajes más fachosos de la historia. Formó una trilogía de oro puro junto con Luis Buñuel y Federico García Lorca. Indiscutiblemente su genialidad rayaba en la locura. Aunque algunos críticos sostienen que su enajenación era fingida y que solo formaba parte de un truco publicitario. Por otro lado, Dalí era inmensamente rico, pero jamás cargaba dinero.


Solía conducir un Rolls Royce atiborrado de coliflores en sus asientos traseros. Cierto día se presentó en la Sorbona para dar una conferencia. Lo hizo vestido con un traje de buzo. En fin, quizás su obra (no menos delirante e ingeniosa) no hubiera tenido tanta relevancia a nivel mundial sino la hubiera adornado con sus acostumbradas extravagancias.

1. Heliogábalo

De todos los emperadores romanos quizás Heliogábalo haya sido el más cruel y estrambótico. Fue conocido como un transexual consumado. Llevaba los labios pintados de carmín y las pestañas teñidas con henna. Organizaba banquetes donde servía a sus invitados gelatina con arañas y postre con excremento de leones. Llegaba a las fiestas en carruajes tirados por mujeres desnudas. Su gabinete imperial estaba conformado por atletas, barberos, cerrajeros, bailarines y hasta cocineros. Solía enviar emisarios por toda Roma buscando a los hombres mejor dotados. Sus preferidos, los onobelos (que en griego significa: “con pene de asno”). En ocasiones representaba en la corte el papel de venus, dejando caer sus vestiduras y quedando completamente desnudo ante la mirada absorta de los espectadores. Hasta que al fin Roma se cansó de sus vicios. Su propia guardia pretoriana le cegó la vida. Solo contaba con 18 años de edad.

Seguramente haya dejado escapar infinidad de personajes históricos, propietarios de los comportamientos menos ortodoxos conocidos. Pero ahora se me vienen a la mente: “ El emperador romano Nerón, quien mandó asesinar a su propia madre Agripina solo porque ésta se inmiscuía en los asuntos de estado y en su vida amorosa (criticaba abiertamente su relación con su amante Popea Sabina); la diva francesa Sarah Bernhardt, quien solía dormir en un ataúd; el dictador norcoreano Kim Jong II, quien secuestró a un afamado director de cine de su país para que rodara películas sobre el régimen; el rey inglés Jorge III, quien acostumbraba salir a cazar mariposas como Dios lo trajo al mundo; el empresario inglés Joshua Norton, quien se autoproclamó emperador de EEUU y protector de México… y como dejar por fuera a un digno representante de nuestro tiempo, el ex primer ministro italiano Silvio Berlusconi, quien acostumbraba organizar orgías con enanos (¿aún tendrá las fuerzas para hacerlo?)”. Aun así, estoy seguro de que estos diez participantes de lujo han dejado una huella indeleble en su farragoso andar. Algunos, líderes tiranos; otros, artistas orates; y unos cuantos, locos por conveniencia y genios incomprendidos. Cualquiera sea el ángulo de observación, sus incendiarias formas de asumir la existencia los han catapultado a la inmortalidad suprema.

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