Antioquia se reescribe por los caminos del retorno

“Sentimos que estamos dejando de ser víctimas,

 estamos recuperando lo físico y lo social.

 Nosotros ahora queremos pasar ese capítulo de desplazados

a ciudadanos; campesinos, dueños de nuestras parcela”

 Amado López, vereda La Argentina,

municipio de Nariño. 

Por los caminos del oriente antioqueño han transitado los silencios de noches y días que por miedo dejaron de ser contados, los sonidos dolorosos de una guerra que se repitieron en los suspiros y llantos de las mujeres. Caminos que llevan entre montañas a lugares donde, durante años, se vivieron historias amargas de un país que no quiso escuchar.

Hoy por estos caminos transita la esperanza que se recupera con cada paso de las familias que han retornado a sus tierras, como símbolo de las historias de futuro que se empiezan a escribir. A estos caminos han retornado las voces de quienes se encuentran y se saludan; los punta pies de los niños y niñas que caminando hacia sus escuelas juegan con las piedras; las sonrisas de los jóvenes que en las tardes se vuelven a encontrar a orillas de los caminos, para contarse historias de amor y conversar del día. Por estos caminos, que un día fueron callados, retorna Antioquia; caminos que llevan entre montañas a historias de comunidades que superan el dolor y reconstruyen sus vidas. 

El cielo está azul y el camino despejado

Ese día casi no se nos amanece para regresar aquí, a donde habíamos dejado todo, para volver a respirar el aire limpio y estar en mi casa.  Aquí nací, tuve mis hijos, aquí tengo todo.

Al amanecer de ese día del 2001, Luz Aida Gómez recorrió de nuevo el camino de su niñez y juventud en la vereda San Lorenzo, del municipio de Cocorná. Allí, encontró el silencio en el que había quedado el campo, cuando en el 2000 “todo mundo empezó a irse y la vereda quedó sola”. Ella y las otras familias que regresaron empezaron a llenar este silencio con sus pasos y sus voces.

Es como uno volver a nacer, es mirar otro horizonte. Volver a ocupar la casita y los terrenos, es volver a despertar”, cuenta Argiro Gómez, otra de esas voces que se escucha de nuevo en los caminos de la vereda San Lorenzo. Argiro fue desplazado el 8 de mayo del año 2000, pero siempre guardó la esperanza de regresar, porque él y su familia pertenecían a esa tierra.

Y es que retornar es volver en sí. Volver. ¿Y volver cómo?, qué se hace con las penas, con las historias aún no contadas, con los sueños inconclusos, con la tierra adolorida.

El cielo está azul y el camino lleva a otros horizontes

Luz Aída y Argiro hacen parte de las 230 familias que retornaron al Oriente antioqueño y que han sido beneficiadas con el proyecto Reconstrucción del capital social y físico en comunidades afectadas por el conflicto armado en los municipios de Argelia, Cocorná, Nariño y San Francisco. Una respuesta de la Gobernación de Antioquia, la Unión Europea y el Departamento para la Prosperidad Social, para que Antioquia vuelva a sus habitantes, para regresar el andar a los caminos y la vida al campo. 

Es volver a generar arraigo, empoderamiento, que las comunidades se proyecten hacia delante y pasen la página de la violencia; es reconstruir nuestra historia pero a partir de la resiliencia”, dice Julio César Vélez, coordinador del proyecto.

En este proyecto se destinaron $4.028 millones de pesos (69 por ciento aportado por la Unión Europea y el Departamento para la Prosperidad Social y el 31 por ciento por la Gobernación de Antioquia), que se invirtieron en el fortalecimiento organizativo, la construcción de obras de infraestructura comunitaria, el desarrollo de propuestas productivas sostenibles y un estudio para avanzar en el proceso de titulación de tierras, todo esto con el objetivo de apoyar la recuperación de confianzas de las familias y el tejido social a las comunidades víctimas del conflicto armado.  

Hoy, esta historia de Antioquia se escribe con los relatos de quienes transitan por estos caminos del retorno. 

Moliendas de porvenir  

“El proyecto ha sido muy importante porque quienes

perdimos un tejido social por el desplazamiento,

ahora estamos recuperándolo a través de trapiche comunitario.

 La parte nuestra es poner nuestro trabajo y sembrar la caña,

porque esto es para nosotros y hay que meterle ganas”.

Medardo de Jesús Castaño, vereda La Argentina,

 municipio de Nariño.

¡Hay que sembrar más caña, hay que sembrar más caña!, es lo que se escucha decir a los campesinos de las veredas La Argentina y El Arrayán, en el municipio de Nariño.

 

Es un jueves y es día de fiesta. Las 28 familias beneficiadas del proyecto reconstrucción del capital social y físico del municipio de Nariño, se han reunido para celebrar el inicio de la construcción del trapiche comunitario, una obra que los une en una propuesta productiva que les permitirá permanecer en el campo con dignidad.

Amado de Jesús López, es uno de los líderes guardianes de esta propuesta. A él le sobra el corazón en cada palabra para contar lo que ha sido su sueño desde el 2007, cuando llegó a la vereda La Argentina con la intención de reconstruir la vida de su familia y se propuso sembrar caña y cacao. “El sueño de mi vida ha sido una empresa y hoy una empresa panelera. A este trapiche yo le he puesto alma y corazón. Yo me sueño con una pulverizadora, con una capacidad de comercio grande, con una excelente presentación, con una buena calidad para competir en el mercado.  Este trapiche nos va a unir con las otras comunidades cercanas y vamos a recuperar un tejido social que estaba perdido por el conflicto armado”.

A 153 kilómetros de distancia, en la vereda La Peña del municipio de Cocorná, Antonio Atehortúa Gómez, de la Asociación de Paneleros, se encuentra a orilla del camino, esperando en compañía de sus vecinos la máquina para moler la caña; pues en Cocorná la caña es el jardín de las casas y el dulce de la tierra. “Hoy nos traen la máquina y esperamos ponernos a moler dos o tres días por semana. En este momento trabajan 10 personas, pero ahora con la máquina hay que aumentar el personal, porque pasar de moler 10 a 20 cargas va hacer muy bueno para toda la vereda”.

A través de este componente productivo, las familias han sido formadas en la elaboración de planes de negocios a partir del manejo organizado de sus fincas y han recibido los insumos necesarios para el mantenimiento de los cultivos de café, cacao y caña. Lo cual se suma el fortalecimiento del tejido social con la construcción del trapiche comunitario en la vereda La Argentina, del municipio de Nariño y el mejoramiento de los trapiches en las veredas El Coco y La Peña, en el municipio de Cocorná.  

De esta manera, los trapiches se convierten en lugares de una memoria de reconstrucción que albergan los sueños de las comunidades y recupera el campo, como lo afirma Jorge Vásquez Montoya, alcalde de Cocorná. “El proyecto llegó para el campo, porque las víctimas regresaron a las veredas y esa es la gran ventaja”.

En el municipio de Nariño, Amado siembra en sus cinco hijos el amor por la vereda La Argentina y la caña. “Esto para mí es un patrimonio familiar, porque es de todos y mis hijos se ven recogidos y empoderados del campo; este es nuestro plan de vida, porque tenemos un futuro y tiempo para realizarlo”.  Mientras tanto en Cocorná, en la vereda La Peña la comunidad se prepara, porque como lo dice Alonso de Jesús Agudelo Atehortúa, uno de sus habitantes. “Ahora no hay forma de apagar el horno y hay que darle derecho a la molienda”.

Albergues para el encuentro y el futuro

“En el tiempo de violencia uno pensaba que era muy difícil quedarse en el campo,

pero hoy en día con las ayudas uno se siente más aferrado a la tierra.

Es muy importante este proyecto para coger alas”.

Ángel López Salazar, vereda El Coco,

municipio de Cocorná

Retornar no solo es regresar a la tierra. Es volver a conversar con el vecino, es volver abrazar a los amigos, es volver a jugar con el perro y disfrutar de los jardines que florecen. Retornar es también volver a construir con el otro.

Por eso la reconstrucción del capital físico trascendió el concepto de obras de infraestructura para hacer de éstas, casas del encuentro y del diálogo. 

En San Francisco, el conflicto armado dejó sin familia y sin hogar a muchas  personas adultas mayores. Es por esto que allí la comunidad decidió la construcción del Centro de Bienestar del Anciano, una oportunidad para albergar la memoria y la sabiduría de los adultos mayores, bajo un techo de equidad y bienestar.

Diego León Ramírez Ortiz, coordinador de la Oficina de Desarrollo Agroambiental del municipio de San Francisco, explica cómo esta obra es una mirada al futuro. “Con este proyecto se está construyendo la primera fase del Centro de Bienestar del Anciano, que es una mirada hacia el futuro, porque ahora acompaña y protege a la población de la tercera edad del municipio, pero también albergará la población campesina de tercera edad”.

Y es una mirada al futuro porque se hace necesario recuperar y reconocer en la palabra y el cuerpo del otro la memoria que permita, colectivamente, construir las nuevas narraciones de la historia que se desea vivir.   

Para el municipio de Cocorná,  el referente de futuro continúa siendo la producción panelera. Allí la adecuación de la sede de la Asociación de Productores de Panela de Cocorná (Asopaco), una organización con más de 18 años de existencia, ha unido a todo el municipio y ha motivado la permanencia del campesino en el campo. 

Ángel López Salazar es uno de estos campesinos orgulloso de este albergue panelero y de la manera como se logró. “Como aquí todos trabajamos de la mano, se decidió que era importante la sede. Se habló con el Alcalde para que diera en comodato lo que antes era la cárcel de Cocorná y él estuvo de acuerdo. Y por parte del proyecto se le hicieron las mejoras y ahí está, que es algo muy importante porque va a beneficiar todo el municipio”. 

Ese mismo orgullo lo expresa Jorge Alberto Franco Domínguez, secretario de Agricultura y Medio Ambiente del municipio, para quien esta obra de $150.564 millones de peso, no solo beneficia las 42 familias del proyecto. “Allí esperamos –dice– seguir trabajando por la transformación y comercialización de la panela”. 

El municipio de Argelia, por su parte, ante los pocos espacios comunitarios le ha apostado a un lugar para el encuentro de la población víctimas del conflicto y de las organizaciones sociales. La Casa de la Cultura, es la casa que alberga la palabra, a través de la cual se fortalece el tejido social del municipio. Este espacio dice Fabio Nelson Tabares, líder del municipio, “será una oportunidad para pensar en el bienestar de Argelia y servirá para todo tipo de actividad social”.

Espacios que albergan el futuro, siendo este la construcción constante del encuentro. Espacios que embellecen los municipios, pero que al mismo tiempo van hilando de nuevo los lazos vecinales y los esfuerzos de unas comunidades que se reconstruyen día a día, entre las montañas.

Por esto, para Santiago Londoño, Secretario de Gobierno, reconstruir el capital social y físico es “volver a construir comunidades, puentes entre las personas. Es trabajar con un pasado doloroso, pero sobretodo construir un futuro lleno de oportunidades. Y nosotros entendemos que la recuperación y reconstrucción de este país y la construcción de la paz, pasa por que las personas entiendan cuál es su papel y puedan vivir de una mejor manera sin tener que hacerle daño al vecino y sin temer que el vecino les va hacer daño”.

Y por esto, sumado a estas obras de infraestructura, el fortalecimiento organizativo nutre el espíritu y pensamiento crítico de las comunidades, para un mejor aprovechamiento de estos escenarios y de sus capacidades.

“En este proyecto nos han ido orientando sobre la importancia de estar organizados.

A mi me ha transformado en que he aprendido a escuchar,

 a conocer los derechos y deberes que tengo como ciudadana”. 

Luz Aida Gómez, vereda San Lorenzo,

municipio de Cocorná.

El fortalecimiento a 24 juntas de acción comunal y a 16 organizaciones de víctimas del conflicto armado, ha empodero a la población para la planificación y decisión sobre su propio devenir. 

Piedad Duque, del municipio de Nariño, es una de las mujeres que fortaleció sus capacidades como líder. Llegó en el 2008 de Florencia, Caldas, a la vereda La Argentina, convencida de que allí cambiaría su vida y la de su familia. Desde su llegada ingresó a la Junta de Acción Comunal y desde entonces ha permanecido, porque allí ha encontrado una familia grande para superar el dolor colectivo.

El fortalecimiento organizativo no sólo le ha ayudado para entender de la importancia de la organización comunitaria, sino también para comprometerse mucho más como ciudadana. “He aprendido lo importante de cada día ser más organizados, para que nos empiecen a ver como ciudadanos que estamos por una comunidad”.

Hoy Piedad está convencida, que el trabajo colectivo es fundamental para sobreponerse al dolor, transformarlo y transformasen así mismos como comunidad. “Entre esta montañas y entre esta agua que hay en el municipio de Nariño, puedan venir a conocer, que unidos somos más y unidos somos una mejor Colombia”.

Esta tierra ya es de uno

“Para mí esta parcela es la vida, porque para mí el campo es la vida.

El Arrayan -en el municipio de Nariño- es una tacita de oro que hay que cuidar mucho.

Tiene 12 kilómetros de río,

un clima que no es ni frío ni caliente y da muchas cosas”.

Juan Carlos Zapata Arbeláez, vereda El Arrayán,

municipio de Nariño. 

Fabio Nelson Tabares ha vuelto a andar por los caminos cruzados de Argelia, el municipio en el que nació y del que alguna vez se fue dejando todo lo que tenía, “dejé todo de lo que vivía, los animales, la finca; todo quedo a la deriva de quién quisiera tomarlo”.  

Él como muchos otros campesinos de Antioquia, aprendió de su padre que la tierra era sagrada y sinónimo de bienestar. Por eso para Fabio Nelson y su familia obtener las escrituras de su finca y aparecer en un documento legal como propietario de la tierra es significado de echar raíces, porque para Fabio pertenecer a un lugar es poder plantar su vida en él.

Tener la escritura de los terrenos, es algo que da más moral, porque ya voy a decir que esto es mío”. 

Fabio Nelson, como la mayoría de las familias campesinas de los municipios de Argelia, San Francisco, Nariño y Cocorná, ha tenido la “ocupación de hecho”, es decir, durante años ha vivido, construido y cultivado en la parcela sin contar con un documento que legalmente lo haga propietario.

Por ser esta una característica de la región del Oriente antioqueño, se realizó un estudio para identificar las diferentes rutas de formalización de tenencia de la tierra. A 35 familias, el Incora les adjudicó su predio, entre ellas 28 de Nariño, como la de Hernando Úsuga Úsuga, del municipio de Nariño, para quien la titulación de la tierra representa la tranquilidad de tener una casa: “Saber uno que vuelve al lugar que le gusta a uno. Vea, hay gallinas, pescado, plátano, yuca, aguacate, frutas; ya es una alegría que uno llegue a su casa.”

El proyecto de Reconstrucción del capital social y físico en Argelia le ha permitido a Fabio Nelson y a las 55 familia beneficiadas, recuperar parte de lo perdido en la guerra, especialmente la tierra y la alegría. “La historia mía ahora es alegre, uno aprende a sonreír dejando el dolor a un lado. Este proyecto nos ha dado mucha esperanza, sabiduría y ganas de seguir trabajando, de seguir adelante”.

El cielo está azul y el camino lleva a otros horizontes

Así se reescribe Antioquia en los cuerpos y las memorias de sus gentes y sus territorios. Con la caña dulce que alivia la tierra adolorida, con los lazos afectivos y sueños de comunidades resilientes, con nuevos espacios y proyectos productivos que marcan los caminos del futuro. 

Nuestra historia, nuestra tierra. Oportunidades y transformación para las víctimas. Para ver el video de @GobAntioquia de click aquí o sobre la imagen

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