Sida: ¿La pandemia del siglo o la gran estafa del milenio?


Por: Juan Fernando Pachón Botero
jufepa40@hotmail.com
@JuanFernandoPa5

A propósito de la conmemoración del día mundial del Sida en días pasados, me viene a la mente un documental de tono acusador que vi hace algún tiempo. Se llama: “Sida la duda” y vale la pena observarlo con gran detenimiento, poder de discernimiento y sobretodo, libres de prejuicios e ideas estereotipadas que puedan afectar la objetividad deseada.


SIDA. La duda

Además, y para reforzar mis puntos de vista sobre el tema, me he dado a la tarea de paladear otra elocuente crónica audiovisual que pone el dedo en la llaga, “House of numbers”, del cineasta canadiense Brent Leung, así como un variado menú con las miradas más críticas: “La ciencia del pánico”; “SIDA, desmontando el pastel”, “SIDA: La gran estafa”, “SIDA: Toda la verdad (documental de TV Azteca)”, “Sidageist”,…. En síntesis, se plantea la duda acerca del virus del VIH como transmisor del SIDA,  relacionan a esta enfermedad con agentes externos, forma de vida, alimentación, stress y demás factores asociados. Tal parece que se trata de una de las más grandes farsas en la historia de la ciencia… y peor aún, uno de los más horripilantes holocaustos a los que la especie humana se ha visto sometida. A continuación, enumero los puntos que a mi parecer merecen el análisis correspondiente.

Un asesino invisible anda suelto
Para atacar este texto por donde debe ser es muy importante aclarar que SIDA es diferente a VIH. El SIDA es un síndrome de inmunodeficiencia adquirida, que realmente existe y que se puede curar con un tratamiento adecuado. Consiste en la incapacidad del sistema inmunitario para hacer frente a las infecciones. Cabe aclarar que este sistema inmunitario puede verse afectado por la mala nutrición y las aguas contaminadas (la población de África y algunos países tercermundistas tienen que convivir con esta realidad), por drogas como el Popper (la población homosexual en San Francisco en los años 80's era adicta a esta droga y uno de sus efectos secundarios más temibles es el Sarcoma de Kaposi, asociado recurrentemente al SIDA), por alucinógenos como la heroína y el crack (los drogadictos son un grupo muy vulnerable), por el stress severo y constante (lo sufren en demasía: viciosos consumados, homosexuales reprimidos por inquisidoras políticas homofóbicas; población que vive en extrema pobreza en África, India, barrios bajos de E.U, Europa oriental y Haití)….¡Qué casualidad!


SIDA, Toda la verdad.

De otro lado, el VIH según la literatura médica convencional, que la mayoría de la población mundial adopta como un dogma de fe, es el virus causante del SIDA. Pero según la disidencia científica, es un ente que no existe (hasta que se demuestre lo contrario). Por tanto es ilógico siquiera pensar que se transmite por vía sexual o intravenosa, posición que comparto, sin ánimo de hacer una apología a la promiscuidad.


La gran estafa del SIDA

Hay un hecho concluyente que respalda la posición disidente frente a la oficialista. A la fecha no se ha podido fotografiar el retrovirus asociado a la enfermedad, es decir, no se ha logrado aislar y por consiguiente no hay pruebas científicas que avalen su existencia. Estamos entonces ante un asesino invisible. ¿Será entonces que la ciencia partió de un supuesto y lo adoptó como una verdad incontestable, con el único fin tal vez de llenar sus bolsillos? ¿O porqué creen que los avances en torno a este virus dan pasos cansinos?

Festival de paradojas al servicio de la ciencia
Recientemente Luc Montagnier, uno de los presuntos codescubridores del VIH, reconoció públicamente que aún no se ha podido aislar el virus, cuando todo su prestigio mundial fue logrado precisamente por haber sido supuestamente la primera persona en poder hacerlo. Pero las contradicciones van mucho más allá, en una entrevista para el revelador documental “House of numbers” apuntó con el mayor desparpajo y sin el menor rastro de pudor: “El virus del VIH no es mortal, el propio cuerpo lo elimina.


House of numbers

El sida es provocado entre otras cosas por el estrés oxidativo de las células. Un infectado por VIH se cura simplemente con buena alimentación y en unas semanas el virus desaparece, como el virus del catarro común o el de la gripe, pero eso, claro, no genera beneficios para las Farmacéuticas.” De otra parte y no menos escandaloso, el otro presunto codescubridor, Robert Gallo, fue condenado por un comité del senado norteamericano en 1992 por mala conducta profesional y fraude científico. ¿Cómo puede ser fiable una persona de  tan dudosa reputación?

Un séquito de ilustres en busca de la verdad
Un aspecto que le da mucha relevancia a estas teorías es que no las promulgan ni curanderos baratos, ni líderes religiosos, ni sectas de la nueva era… ni chamanes amazónicos ni nada que se le parezca. Estas conjeturas nacen de las inquietudes de un grupo de científicos que se hacen llamar los disidentes del SIDA, entre quienes se destacan premios nobel de química, virólogos destacados, epidemiólogos consagrados, médicos y científicos de la más alta alcurnia.


Peter Duesberg
 
Para citar algunos nombres: Peter Duesberg (EEUU), primer científico en aislar el gen del cáncer; Kary Mullis (EEUU), premio Nobel de química en 1993, gracias al desarrollo de una técnica para analizar el ADN y quien dijo alguna vez: “La hipótesis VIH= SIDA es un error diabólico. Algún día la gente que estudia la sociedad dirá: ¡ Dios mío, cómo pudimos hacer eso!”;  Stefan Lanka (Alemania), uno de los biólogos moleculares más brillantes del mundo; Thabo Mbeki, presidente de Sudáfrica, el país con mayor número de infectados en el mundo (recomiendo ampliamente leer la carta que le envió a Bill Clinton en su mandato); Eleni Papadopoulos (Australia), doctora de renombre a nivel orbital; Walter Gilbert (EEUU), premio Nobel de química en 1980; Roberto Giraldo (Colombia), especialista en medicina con énfasis en enfermedades infecciosas y dedicado a la investigación sobre el Sida durante los últimos veinte años. Un punto en común de todos estos héroes contemporáneos es su renuncia al dinero y al reconocimiento mundial. En cambio, lo único que buscan es la verdad, aunque para llegar a ella tengan que enfrentarse a los poderes establecidos y a las ideas sembradas en las frágiles mentes del nuevo siglo.

Esta disidencia nació casi a la par con el descubrimiento mismo. Lo que sucede es que se ha tratado de ocultar a como dé lugar todo tipo de manifestación científica que se incline a develar el asunto, pues las grandes multinacionales farmacéuticas y los laboratorios más influyentes del mundo, apoyados por sus gobiernos, no quieren que la "gallinita de los huevos de oro" se les escurra de las manos.

Los orígenes del mal
En las décadas de los años 70's y 80's en gran parte de EEUU, especialmente en San Francisco, existía una proliferación de homosexuales promiscuos y drogadictos que se estaban convirtiendo en un problema de orden social. Así pues, los políticos de turno necesitaban tomar cartas en el asunto de manera perentoria. A la par de este hecho se estaba presentando una epidemia entre la población homosexual de este país, que tenía desconcertada a la comunidad científica. Se necesitaban entonces respuestas urgentes al origen de la denominada “peste rosa”, como se le bautizó en sus inicios.


Premio Nobel Kary Mullis cuestiona el VIH/SIDA 

La ecuación era muy sencilla, la política suministraba los fondos y recursos… y la ciencia aportaba "el conocimiento". El resultado de este peligroso coctel estaba servido sobre la mesa: “Habemus VIH”. Es decir, de modo muy oportuno, y casi de la nada, irrumpió en escena un terrible virus asesino que se transmitía por la vía sexual o por el torrente sanguíneo. La antesala a esta vorágine desinformativa fue propiciada por dos pesos pesados de la medicina, el virólogo francés Luc Montagnier del instituto Pasteur y el biomédico estadounidense Robert Gallo del laboratorio de biología celular del instituto del cáncer. Fue una carrera desenfrenada por obtener el tan ansiado trofeo: “el aislamiento del supuesto retrovirus causante de aquella desconcertante enfermedad que amenazaba convertirse en la nueva pandemia del siglo”.

Ya entrados en gastos, y con la noticia regada como pólvora, no quedó más remedio que aceptar la devastadora noticia como una verdad inapelable. Desde su génesis misma la ciencia médica se percató del negocio multimillonario, que brillaba cual estrella erguida sobre el horizonte. Igual sucedió con las multinacionales farmacéuticas, ávidas de dinero…y de enfermos. Es importante destacar que el supuesto descubrimiento se dio a conocer en una rueda de prensa improvisada, patrocinada por el New York Times, y no en una convención médica como lo dictan los cánones, pues antes de salir a la luz pública cualquier tipo de hallazgo científico, y más aún uno de este calibre, es necesario primero experimentar, debatir y concluir sobre el mismo. En este sentido, cualquier investigación, por básica que sea, debe antes someterse al milimétrico y quirúrgico escrutinio científico, y en muchos casos incluso debe pasar antes por una serie de publicaciones que avalen la teoría en cuestión. De esta forma, la hipótesis del VIH como causante del SIDA, más que un serio y respetable estudio de carácter médico se convirtió en una feria del oportunismo voraz orquestada por un grupo de científicos con bases teóricas tan débiles como discordantes. Sin embargo, lo más aterrador del asunto es que dicha corriente oficialista se instaló de manera perenne en el inconsciente colectivo de nuestra generación, sin reservar siquiera un pequeño espacio para la duda.

La cura… Peor que la enfermedad
Una gran pregunta se respira en el ambiente ¿Y entonces las millones de muertes en el mundo causadas por este supuesto mal? Para un interrogante temerario una explicación detallada. A la par con el "descubrimiento" se patentó de forma bastante dudosa la famosa prueba Elisa, que no es otra cosa que un examen que se le hace a cualquier persona, en el cual se le detectan los anticuerpos asociados al VIH, o sea anticuerpos anti VIH, en ningún caso el virus del VIH como tal, como debiera ser en caso de existir. Y por si fuera poco, estos anticuerpos son genéricos, es decir, son comunes a 29 enfermedades más, tales como la gripe, la tuberculosis, la malaria, el herpes, la sífilis,…. En resumidas cuentas, si una persona tiene alguna de estas dolencias, y encima tiene la poca fortuna de practicarse la prueba dentro de los tiempos establecidos para que los anticuerpos relacionados con estas afecciones se activen en el organismo, muy probablemente dicho test saldrá positivo. Entonces se le clava una sentencia de muerte al paciente y se le lanza vulgarmente el siguiente mensaje apocalíptico: "A usted le queda poco tiempo de vida, y si quiere mejorar las expectativas debe tomarse este medicamento desarrollado para atacar el virus…".


SIDA, desmontando el pastel

La droga que se utilizó como paliativo a este presunto mal se llama AZT. Se sabe que en años anteriores se le suministraba a los enfermos de cáncer como parte de la quimioterapia. Pero debido a los efectos nocivos sobre los pacientes y a la inmunodeficiencia que causaba en sus organismos tuvo que ser prohibida… y eso que se aplicaba en dosis muy pequeñas y durante intervalos muy cortos. Ahora bien, imagínense altas dosis de AZT durante todo el día… todos los días. Para que se hagan una idea del grado de letalidad de dicho medicamento les comparto algunos de sus efectos adversos: “daños en el hígado, desórdenes musculares, toxicidad en la sangre, nauseas, fuerte dolor de cabeza, fiebre, escalofríos, anemia, supresión de la médula ósea, cáncer linfático, fallas renales, debilitamiento del sistema inmunológico y una pastoral de terribles males asociados.” Como afirma Peter Duesberg: "El AZT es SIDA embotellado, SIDA por prescripción médica" y "Con tratamientos como estos, ¿quién necesita enfermedades?". Entonces, ¿no será que la verdadera causante de las millones de muertes en el mundo no fue la enfermedad como tal sino la nefasta droga en mención? De ser así, estamos ante uno de los genocidios más infames registrados en la historia de la humanidad.

Y en concordancia con lo anterior, otro factor a analizar es la pesada carga emocional que debe soportar el paciente. Así pues, la mente humana se ve condicionada al final inevitable…a la muerte ineludible. Además, esa perturbadora idea rondando en la cabeza día y noche como si de una pesadilla eterna se tratara, hace que el cuerpo termine somatizando la supuesta enfermedad. Y parafraseando al Mesías en su agonía: “Ya todo está consumado.”

Instaurando el régimen del terror
Resulta inconcebible como en diferentes países del mundo la medida estándar para declarar a un paciente como portador del VIH varía considerablemente, es decir, se puede salir seropositivo en Rumania, Canadá o Brasil; pero negativo en China, Rusia o India. Esto se debe a que los parámetros a nivel mundial no están unificados. Entonces surge la inevitable pregunta: ¿Cómo puede ser fiable un diagnóstico de semejantes connotaciones, tanto físicas como morales y psicológicas, a sabiendas de la manifiesta falta de exactitud? Apoyando lo anterior, la multinacional Abbott, líder a nivel mundial en estos tipos de test, fue multada con cien millones de dólares por los errores cometidos en la elaboración de dichas pruebas. Además, y como hecho concluyente, se supo de un homosexual promiscuo que se sometió a la prueba en diferentes laboratorios, dando positivo en unos y negativo en otros. Igualmente, como parte de la experimentación de un grupo de científicos disidentes, se efectuó la prueba del VIH en una tribu muy aislada de la civilización en el amazonas, en donde se supone que no debería existir el virus, pues ¡oh sorpresa! se encontraron varios casos seropositivos.


La ciencia del pánico

…Y continúan los despropósitos, en gran parte de África y demás países tercermundistas no existen los recursos necesarios para desarrollar laboratorios medianamente dignos en donde se puedan realizar las pruebas Elisa, Western blot y similares. Por lo tanto se tuvo que implementar un método sencillo que permitiera, de manera muy conveniente, estandarizar una serie de síntomas y clasificarlos según ciertos parámetros. Esta facilista posición fue conocida como “El criterio de Bangui”. De este modo , si una persona acusa una gripa de más de 2 semanas o presenta algún síntoma asociado a la enfermedad, tales como fiebre alta, sudoración excesiva, nauseas, pérdida inexplicable de peso, dolor de cabeza incesante,… se le declara de buenas a primeras como portador del VIH. Sin embargo, dadas las condiciones poco favorables de estas zonas, todos estos cuadros clínicos más bien debieran corresponder a un paludismo extremo, un dengue severo o una malaria avanzada, entre muchas otras dolencias propias de estas regiones subdesarrolladas. De ahí se entienden las cifras escandalosas del continente negro, principalmente, que disparan las estadísticas a nivel mundial, ayudando así a sembrar el pánico colectivo, tan necesario para gobernar.

…Y se abre el debate
Resulta muy  conveniente que ante el acecho peligroso de esta corriente de ilustres disidentes, y a una “voz en off” retumbante e impetuosa que clama por claridad ante tal cúmulo de imprecisiones y paradojas, los padres de la medicina luego de años de hermetismo y múltiples fracasos estén de la noche a la mañana ad portas del “descubrimiento del siglo”, la vacuna contra el SIDA. Quizás sea esta la salida más inteligente posible para la gran farsa que pareciese estuviera a punto de asomar su monstruosa cabeza. El tiempo lo dirá. No es mi pretensión que lo planteado en este texto se tome como palabra sagrada, simplemente espero que se entienda como un ejercicio moral que solo busca encontrar respuestas coherentes al problema de salud pública más grande de este último tiempo.


El VIH/ HIV no existe como lo conocemos. LucMontagnier

Desde mi infinita ignorancia, pues no soy un especialista sobre el tema, y sin el ánimo de pontificar sobre el denominado mal de nuestra era, espero que mi aporte sirva para que se asuma con mayor responsabilidad esta espinosa discusión. Mi único objetivo es sembrar la duda y propiciar el escenario ideal para el sano debate. A título personal, y cargando con todo el peso de mis palabras, me inclino por la corriente disidente hasta que no se me demuestre lo contrario. Ya todo queda en sus manos querido lector. En usted está seguir viviendo en el régimen del terror o en ser partícipe de un nuevo amanecer. Razón tenía Joseph Goebbels, ministro de propaganda Nazi, en afirmar: “Una mentira repetida mil veces, acaba convirtiéndose en verdad.”

Carta de Mbeki, Presidente de Sudáfrica, a Clinton, Blair, Schroeder, Kofi Annan y otros dirigentes


Sidageist la macroestafa del sida

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